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Construccionismo social y justicia restaurativa
- mayo 29, 2019
- Publicado por: Staff IIDEJURE
- Categoría: Blog IIDEJURE
Autor: Héctor Valle
¿Qué lleva a las personas a actuar de forma violenta?
La respuesta se ha buscado durante años. De hecho, se han acuñado un buen número respuestas desde diversas posiciones teóricas que, como suele suceder en las ciencias sociales, son susceptibles de múltiples interpretaciones.
En este texto, a manera de reflexión, intento, en un primer momento, ubicar algunas ideas del construccionismo social desde la posición de Kenneth J. Gergen (2011), para en un segundo momento, sobre esa base, explicar por qué funciona la Justicia Restaurativa; generando así ideas orientadas a enriquecer la discusión sobre una base epistemológica para la investigación y el desarrollo de nuevas visiones.
Entender el construccionismo social
Existen muchas posturas sobre el construccionismo social y no siempre hay consenso (ni se busca). Drewery (como se citó en Hopkins, 2016) nos dice que es “un movimiento filosófico e intelectual que se focaliza en cómo los individuos y los grupos se entienden a sí mismos y al mundo y cómo se desarrolla y se comparte este entendimiento”; así, nos encontramos ante una forma de entender a las persona, los grupos y sus interacciones. Desde un punto de vista básico, el construccionismo social explica en resumidas cuentas que la realidad se construye dentro de las personas a través de sus interacciones sociales; desde un plano más profundo, se trata de explicar cómo se construyen discursos sociales que determinan el actuar, pensar y sentir de las personas en los grupos y cómo es que no podemos huir de estos discursos, los cuales se retroalimentan del individuo al grupo y viceversa.
- La idea básica. Nosotros construimos el mundo (Gergen y Gergen, 2011). Esta idea puede ser considerada simple pero en cuanto más entramos en contacto con ella más nos va revelando su valor: ¿Existen los árboles?, ¿existe el enojo? La realidad está determinada por nuestras relaciones. La forma en que significamos los actos o las cosas depende de la cultura donde estamos, el momento histórico y los discursos dominantes; cada que una persona enuncia su “realidad”, enuncia la tradición histórica en la que se encuentra. ¿Existe entonces una naturaleza humana? ¿Existe la violencia como un hecho de voluntad aislado? Cada acto, más que hablar de factores intrínsecos de la persona (naturaleza humana), habla de factores extrínsecos que van formando al individuo y sus reacciones, en este sentido la voluntad está siempre sujeta a la cultura. La voluntad no es un acto libre, sino la manifestación de la dirección que los discursos dominantes tienen.
- La desconstrucción y más allá. De acuerdo con Gergen y Gergen (2011), la verdad existe, así, en minúsculas, no se niega la existencia de un mundo fuera de las personas, la cuestión es si podemos tener acceso a ese mundo sin sesgo. Nuestro conocimiento está limitado por nuestra mente, solo accedemos a ese mundo por nuestros sentidos, los cuales están formados para ver e interpretar de acuerdo a la tradición cultural; la verdad entonces se convierte en la pluralidad. Cuando una interpretación a través del lenguaje se convierte en plural, toma consenso, decimos entonces que se ha creado una verdad, una verdad social. Deconstruir es desmontar a través de un análisis intelectual una cierta estructura conceptual y, al ir desmontándola, construir otra estructura diferente. La deconstrucción se encarga de revisar los conceptos con la intención de descubrir el proceso histórico cultural que subyace a ellos, así, lo que parece ser Verdadal deconstruirse muestra las falacias de los discursos y se convierte en la verdad con minúsculas, cada que se deconstruye una verdad, se da pie a un número infinito de posibilidades que el discurso oficial (verdadero) deja fuera y abre la posibilidad de nuevos discursos Podemos deconstruir cualquier discurso y siempre se nos mostrarán los alternos que existen pero que no son iluminados.
- Del significado como una acción coordinada. Siguiendo a Balbi (2004), si nos concentramos en el individualismo, cada persona significa lo que sucede en su mente. Hemos estudiado durante mucho tiempo la forma en que los conocimientos y las experiencias van formando parte de las y los individuos, ese proceso lo hemos aislado de la interacción humana como si realmente pudieran considerarse posible. Existimos en relación, nos definimos en relación. Para poder ejercer una opinión sobre algo lo hacemos a través de la comunicación con las demás personas, nadie se construye así misma sola: aprendemos a amar mientras somos amadas, aprendemos a hablar mientras hablamos con alguien. Conceptos como la autoestima, desde el punto de vista individualista, deben surgir de la persona en un proceso de introspección, no obstante, desde un punto de vista relacional, es el resultado de la interacción con aquellas relaciones que consideramos significativas. Lo que logra decir una persona acerca del significado de una acción o cosa es solo lo que su lenguaje alcanza a expresar, buscar los significados como una acción relacional permite no preocuparnos por lo que está pasando dentro, sino ver lo que está expresando y como esto nos ayuda a construir la verdad. Ir de lo individual a lo relacional implica construir significados que cobran sentido en las historias compartidas. Las comunidades, las familias, están llenas de estas historias llenas de símbolos y significados que se contextualizan solo dentro de ellas mismas. El problema con el individualismo es que aísla a las personas, las emociones y las ideas.
- Los yoes. Hablar de identidad es hablar de dos significados. Por un lado, los rasgos que compartimos en una comunidad fijan nuestra identidad social, es la identidad vista como la cualidad de idéntico y el por el otro, la identidad también se refiere a las características únicas que nos hacen ser quienes somos: el yo, este concepto conduce en sí mismo a la unicidad. En la tradición moderna, el yo es uno, indivisible, coherente y formado, el problema surge del mismo concepto al establecer un yo con estas características, lo que se deja fuera está mal, dañado o enfermo. Si no cumplimos las exigencias del discurso dominante en turno, quedamos fuera de la normalidad. Hemos escuchado incansablemente expresiones como “ya madura” “cásate” “ten hijos”, si no se cumplen estas expectativas sociales, las personas están mal, no pueden ver la realidad claramente. Los yoes son una forma de concebir la realidad donde no solo somos una forma de expresión sino una multiplicidad de reacciones y contradicciones, donde somos el error que comentemos pero no solo eso, también existimos en los aciertos y en los momentos de tranquilidad y pasividad, los yoes nos permiten movernos sin autojuzgarnos, sino aceptarnos en relación a como somos aceptados. No somos la unicidad, somos la multiplicidad de las realidades y los discursos, somos lo que estamos siendo, no una esencia definida sin esperanzas del cambio, sino la posibilidad o posibilidades.
- Contar una historia es habitarla. Somos las historias que contamos sobre nosotras y nosotros mismos. Las experiencias que tenemos no pueden ser registradas tal cuales, sino que las acomodamos de acuerdo al significado que llegan a tener. Dichos significados carecen de sentido sin las historias y las historias no existen si no las contamos. Habitamos el cúmulo de historias que vamos contando, construyendo y manteniendo, las historias nos hacen ser flexibles ya que la misma historia puede tener significados distintos. Como lo vimos en líneas anteriores, el significado compartido llega a tener mayor relevancia que el significado único dentro de las personas, así, al ir contándonos vamos reconstruyendo y resignificando.
La justicia restaurativa y el discurso de la violencia
En los últimos años hemos visto una creciente ola de violencia alrededor del mundo, esto ha hecho que las relaciones comunitarias se basen en la desconfianza y el miedo, vivimos aislándonos. La Justicia Restaurativa (JR), parafraseando a Van Ness, surge como una respuesta, busca reparar los daños causados o revelados por la violencia, busca cambios trascendentes en víctimas, ofensores y comunidad, fortaleciendo los vínculos y reparando aquellos que se han roto. La idea principal es que la violencia no determina la situación de los involucrados en el delito, nosotros construimos el mundo, la violencia no es parte de la naturaleza humana, las personas van creando los discursos y en este momento histórico la violencia ha sido el discurso dominante; somos el producto de las grandes guerras y del capitalismo a ultranza que ha ido destruyendo lentamente la naturaleza y las relaciones, llevándonos a un individualismo extremo, donde lo único importante es el éxito y la satisfacción personal, ignorando los lazos humanos. Lo importante es reconocer que la violencia es extrínseca a las personas, no nacemos como personas violentas, el problema reside en unirnos al discurso, en dejar que las cosas sigan su curso tal cual. La JR se vuelve un movimiento de resistencia contra los discursos de violencia, individualismo y conformismo, observando discursos alternos como la equidad de género o la construcción de paz.
Desde la JR se decontruyen los discursos dominantes, se analiza la violencia ejercida. En el ofensor se analiza la magnitud del daño causado ayudándolo a salir del individualismo y creando vínculos empáticos con la víctima y la comunidad. Aceptar la responsabilidad por parte del ofensor abre los caminos a la reparación de la violencia, este reconocimiento ayuda a las víctimas a deconstruir las emociones causadas por el daño mostrándoles la posibilidad de sentirse de una manera diferente, de resignificar la experiencia, de poder construir un futuro libre de los aspectos dolorosos de la experiencia. La comunidad por su lado, deconstruye los discursos sobre la imposibilidad de cambiar la violencia, encuentra en la JR una posibilidad de hacer las cosas diferentes. Fuera de los discursos dominantes, la comunidad, al reconstruir su tejido social se fortalece y se compromete a rechazar la violencia. Existen muchos casos en donde la comunidad organizada ejerce actos de violencia en contra de los ofensores que atrapa, creando ciclos que solo hacen perdurar la intolerancia y los mismos discursos, esto se debe a que se ignoran las diversas posibilidades de enfrentar la violencia y se cae en la repetición de los patrones conocidos.
Al estar en el mismo espacio todas las personas interesadas en la reparación del daño se crean “significados como una acción coordinada”. Al compartir las historias y buscar una historia común donde se reconocen los daños causados, donde se permite la expresión de las emociones provocadas por el delito de forma segura y validándolas, se crean verdades nuevas, ya no existe el delito como una verdad única; el narrar las historias y explorar las posibilidades de reparación crea una nueva historia. El consenso acerca del ofensor de no definirlo como una mala persona sino como una persona que cometió un error, ayuda a que estas nuevas verdades construyan significados compartidos, donde la persona que sufrió el daño deja de ser la víctima y se convierte en una sobreviviente de la violencia; significados de paz y de comunidades compartiendo verdades nuevas que escapan de la repetición de los patrones tradicionales, iniciando la construcción de cambios culturales.
La posibilidad de la construcción de nuevas identidades nos remiten a la teoría de los yoes, el rechazo a las ideas de una estructura única nos permite la flexibilidad, así, el ofensor y la víctima no quedan con una etiqueta que les definiría de por vida. El proceso busca deconstruir las identidades de todos y todas las involucradas, creando significados como acciones, migrando de las identidades que tienen a nuevas identidades preferidas libres de violencia. Somos las historias que contamos, habitamos en un mundo de historias renovando y renombrándolas. Cambiar el sentido de las historias de los actos violentos por historias que ayudan al desarrollo de habilidades y resiliencia brinda las nuevas posibilidades de cohabitar nuevos territorios, territorios de paz, territorios de comunidades unidas colaborando en la construcción de nuevas historias, no solo en las personas sino en la sociedad. Los procesos restaurativos crean estos nuevos territorios.
Caminar el paradigma y los procesos restaurativos con unos lentes construccionistas nos permite construir posibilidades de resistencia contra una cultura llena de discursos individualistas y violentos, además de permitirnos un marco epistemológico que coopere en nuestras investigaciones. Otras teorías que contemplen la naturaleza humana o la violencia como inherente a las personas dificultarían el entendimiento de los alcances de la JR, pues existimos y nos construimos en nuestras historias y en nuestras relaciones.
Referencias
Gergen, K. y Gergen, M. (2011). Reflexiones sobre la construcción social. Madrid: Paidós.
Hopkins B. (2016). Restorative Theory in practice. Londres: Jessica Kingsley Publishers.
Balbi, J. (2004). La mente narrativa. Buenos Aires: Paidós.